viernes, abril 29, 2005

Doña Estelita

Parece ser que, a doña Telita, no le hacen ojitos los apoyos que, a los adultos mayores, proporciona el gobierno de don Andréj Manuel Lópej Obrador. Con evidentes más de ochenta años, doña Telita obtiene energía de nosedónde para formar parte de la fuerza de trabajo informal, aunque su fuerza física se deteriore a cada paso que da dentro del vagón del metro.

Vendiendo chicles de a tres pesos por paquetito, doña Telita avanza con paso lento, pero firme, aunque no muy seguro. Ella ya no puede combinar esfuerzos, así que, o grita promoviendo su mercancía o avanza. Ella prefiere avanzar y acercarse a los viajantes para ofertar el producto.

Con su encorvamiento y sus ojos llenos de sabiduría, opacados por aquellas cataratas que hacen ver un llanto seco e incesante, doña Telita provoca esa lástima que no debiera sentirse por alguien. Aún así, la anciana avanza por el vagón para lograr su manutención.

Qué triste y qué dichoso es encontrarse a doña Telita por el metro. Triste porque su andar es lastimero; dichoso porque aún hay fuerza, voluntad y capacidad en ese cuerpo; triste porque uno imagina la historia de sus ingratos hijos que la abandonaron a su suerte, o la de sus padres que la echaron de joven por quedar encinta; dichoso porque, a pesar de su decadencia, da lecciones de lo que sea a todo mundo, a mí, al de al lado, al que lee. Ahí puedes imaginar todo lo que ha pasado por esa vida.

Doña Telita pasa de un vagón a otro con la destreza y habilidad de una tortuga terrestre. Igual que la tortuga, lleva su casa a cuestas, su sustento. Y, sin embargo, se aleja en aquella estación donde ya no le pude acompañar. Siguió vendiendo un poco más para ganar lo de la comida, lo de las medicinas y lo de los chicles para mañana. Y así como se retiró en el vagón, se despidió de todos. Descanse en paz, doña Telita.

jueves, abril 28, 2005

Todavía quedan restos de humedad...

En el ciento y tantos de la calle de Chihuahua, en la Colonia Roma, ya no se levanta construcción magnífica alguna, más bien, en uno de los tantos matices que tiene mi querida Ciudad de la Esperanza, se erigió una casita de cartón sobre lo que parece hacer sido una mansión o un gran edificio de mediados del siglo pasado.

En medio de tanto glamour, de enormes escuelas, grandes tiendas, conjuntos habitacionales de lujo, como que esta casita desentona y desentona muy bien.

Te propongo que vayas al metro Insurgentes, de entre el gran número de salidas que tiene busques la que da a calle Tonalá. Camina un par de cuadras y luego da vuelta a la derecha hasta toparte con calle Chihuahua. Da vuelta a la izquierda y ve disfrutando de tu paisaje. cuando menos te lo esperes estará ahí, como cuento de ultratumba, la casita del ciento y tantos de la calle Chihuahua. Una casa más... de la Ciudad de la Esperanza.

miércoles, abril 27, 2005

Escuelas Patito

El centro histórico guarda los más hermosos secretos de los mexicanos y conjuga la variedad de todos ellos. Conocemos personas llegadas de cualquier rincón de la república, que tuvieron sus chilpayates en esta gran urbe. Y es aquí donde los padres piensan que la esperanza se encuentra en proporcionar una buena formación académica a sus hijos.

De esa demanda surgen muchas escuelas e "institutos" que, aunque no capacitados, tienen una oferta educativa tan diversa como tantas etnias habitan la Ciudad de los Palacios. Instituto Fleming, Escuela Partenón, Grupo Universitario Sol, etcétera, son "instituciones" (así como La Academia [Cortés:2005])* que despuntaron al hacerse de una fantasmal historia de décadas y décadas de servicio y felices egresados.

Y uno transita por la Ciudad de la Esperanza y sin quererlo se topa con esas escuelas, o con muchos lugares que han adoptado el nombre de "instituto". Y en medio de todo el barullo que provocan los automóviles, la gente, los merolicos, los ofertadores de mercancías y aquel aire cálido que sale de la estación del metro Allende, aparece ante mis ojos la más inusitada presencia que pudiera haberme imaginado: El Instituto de la Pierna...

Investigar a qué se dedica el famoso Instituto de la Pierna es una tarea fácil, solamente hay que preguntar. Lo difícil radica en saber cómo llego al segundo nivel de un edificio en el Centro Histórico. Generalmente las entradas están hasta la esquina o del otro lado de la calle, eso sí, me gustaría saber ¿qué crees que se aprenda en el Instituto de la Pierna?
_______________________________________________________
* Lolita Cortés jura ante miles de televidentes que La Academia es UNA INSTITUCIÓN.

martes, abril 26, 2005

Señales de Humo

Mientras M3mo preparaba el almuerzo, todos los presentes discutían sobre diversos asuntos. Que si el viaje a la sierra de Chihuahua, que si la mamá de repente se le pegó a la niña para que no viajara sola en el transporte público, que si Tania Libertad canta muy bonito, etcétera.

Ese día habíamos de comer bisteces encebollados y papitas fritas. Qué delicia para atiborrar al estómago por la mañana. Total, eso solíamos desayunar en los taquitos de la escuela, durante los recesos entre clases.

Y por supuesto que la devoción no podía escaparse, ya que todos empezábamos a familiarizarnos, más a la fuerza que por gusto, con el nuevo pontífice de la Iglesia Católica. Lógicamente, no íbamos a bendecir los alimentos, no sería propio ni sano para nosotros.

Pasaban los minutos y la cocina de M3mo se llenaba de humo por la freidera de carne y papas. Como es un lugar muy pequeñito, apenas podía maniobrar una persona. No cabía alguien más que entrara en su ayuda, ni existió quien quisiera hacerlo, así que M3mo optó por cocinar sin compañía y nos avisaría el momento de empezar a afilar los dientes y a salivar para engullir.

Salió de la cocina, puso un plato enorme con bisteces encebollados en capas que figuraban ser prendas de ropa como se venden en el mercado.

M3mo entró nuevamente a la cocina. Sin decir palabra prende un cigarro y ahí la señal. El humo blanco que desprendía ese pitillo no podía significar otra cosa: "¡YA TENEMOS PAPAS!", concluyó.

lunes, abril 25, 2005

Realmente quiero hacerlo

"Ya quiero cambiar mi teléfono", decía Oscar para comenzar una nueva plática después del silencio sepulcral. En ese momento, hacía el comentario una vez que verificaba la hora para saber si ya tenía que retirarse.

Más allá de tomar fotos, hablar por teléfono, enviar mensajes o ver la hora, el teléfono había cumplido con su vida útil en manos de mi amigo. Lleva ya un año de servicio ininterrumpido pero ya no es el mismo, no lo es porque el teléfono envejece y pasa de moda a cada instante.

Después de gastar MX$10 000, los días le enseñaron a Oscar que perdía dinero al igual que la bolsa de valores en retroceso. De una manera estrepitosa, perdió MX$ 7 000 sólo porque pasó el tiempo, sólo porque usó ese aparato y sólo porque pasó de moda.

Aunque la próxima semana traiga un nuevo celular, dentro de tres meses volverá a perder dinero porque su valor no será el mismo, y volveré a escuchar que ya quiere cambiar su teléfono.