miércoles, mayo 31, 2006

Tiempo de Sombras

La casa pequeñita, de un piso, con techos de lámina, resquebrajaduras en los ladrillos de hormigón y sin una ventana, tenía en ese momento la puerta de par en par. Dentro se encontraban los tres niños con las caras chorreadas y con formaciones de "estalactitas" en las narices. Tras ellos estaba Rocío. Ella, al igual que los niños, inmóviles, miraban a Eusebio.

Él retrocedió hasta tropezar con la puerta. Allí quedó detenido, con miles de confusas emociones, agolpándose en su cerebro, aturdido y bestializado. Ahora sí sufría la presencia física y moral del hambre, ahora sí la contemplaba casi corporal, arrastrando su extraño olor, su vaho nauseabundo. La veía en las hundidas órbitas de los niños, en su cutis pálido y descarnado, en sus ojos mustios.

Eusebio desconocía lo que era tener un trabajo estable: mantenía a la familia del comercio informal. Laboraba de cinco a nueve horas diarias y su ingreso no superaba los treinta pesos cada día. Ese día, finalmente comprendió que había trabajado demasiado para engañarse con falsas ilusiones; el dinero ya no le alcanzaba para sacar adelante a la prole.

-¿Qué más puedo hacer?- Murmuró.

El seco lamento de Rocío llegó a sus oídos como el ronco estertor de una agonía. Su pecho hundido, sus senos flácidos, sus greñas empolvadas, sus harapos, y aquellos ojos sin vida, sumergidos en las profundas cuencas, eran todo un llamado a la acción.

¡Eusebio...! ¡Haz algo, por favor!

¿Qué más puedo hacer?

¿Qué más?

¿Qué?

La contempló seca, ingrávida. Pegada a tanta mugre, parecía más liquidada. Sin embargo, él no veía solución alguna, todos los caminos estaban cerrados.

-¿Qué más quieres que haga, mujer? -le dijo al fin-. -¿Que robe? No tengo valor para eso.

Salió a donde el sol brillaba y el aire era cálido. Un punk, con perforaciones en los cartílagos de las orejas y en las fosas nasales, recargado en un poste de la luz, permanecía como cadáver viviente, ensimismado, chupando un cigarro. Más lejos, una prostituta exhibía sus piernas varicosas, aguardando un cliente. En otro ángulo, una anciana, moradora de esa jungla de piedra, discutía airadamente con un semáforo.

Todo era desolación y miseria.

-¡Eusebio! ¡Eusebio!- murmuró otra vez Rocío con voz desfallecida.

Él se derrumbó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, estúpidamente aletargado.

-¡Mamá, tengo hambre!

Era la voz apagada de uno de los niños. Rocío no parecía oírla, porque no contestó una palabra; sólo al cabo de una espera interminable, como si en ese intervalo hubiese necesitado reunir sus últimas energías. Finalmente, salió de sus entrañas un grito:

-Eusebio, ¿estás ahí todavía? ¡Por el amor de Dios, haz algo, ya no aguantamos más!

¿Qué más puedo hacer?

¿Qué más?

¿Qué?

Volvió a callar y todo quedó de nuevo envuelto en el mismo silencio de siempre.

Con enormes dificultades, Eusebio se incorporó. Caminó sin rumbo, pensando qué hacer para conseguir alimento. Apretó el paso sin fijarse en la gente de todas las edades que circulaba por allí.

¿Qué más puedo hacer?

¿Qué?

Dobló una esquina sin ocurrencia alguna. A nadie conocía y, por otra parte, disponía de muy poco tiempo para hacerse de amigos. Había puesto tercamente todas las fueras esperando un milagro, pero sólo había recogido hambre, el hambre torturante y enloquecedora, el hambre que ciega y tiraniza.

Apareció, más allá, el letrero La Raza, con su correspondiente flecha hacia abajo. Las inmediaciones de la estación estaban llenas de mínimos puestos de todo tipo de tacos, tortas, tostadas, quesadillas, licuados, refrescos, mariscos en vaso... la barriga de Eusebio gorgoteó al ver tanta comida. Le gorgoteó quizá más o de la misma forma que a Rocío y a los niños. Aún así pensó en el robo como algo irrealizable. No tengo valor para eso, y bajó la escalera en medio de una multitud que enseguida lo envolvió, atrapó y condujo. ¿Qué más puedo hacer?

Entró en los salones de luz profusa, brillante y llegó a los torniquetes, donde introdujo el único objeto de valor que traía consigo, un boleto.

¿Qué más puedo hacer?

El andén estaba atestado, al igual que el del lado opuesto.

La adrenalina fluyó. La respiración se agitó y el coraje consigo mismo y con los demás llenó su cerebro. Eusebio no sentía ni frío ni calor, pero transpiraba. Dos pequeñas luces se acercaron por el túnel oscuro. El ¿Qué más puedo hacer? surgió en una fracción de segundo... El chirriar de llantas del pesado convoy de 9 carros, a más de 40 kilómetros por hora, parecía eterno tras el golpe seco que se escuchó. Desconcertado, el conductor accionó el freno más como reflejo que como una posibilidad real de evitar el encontronazo.

Rostros perplejos miraban atónitos y las miradas se entrecruzaban al oír aquel desgarrador grito. Todo mundo murmuraba con el de al lado... Eusebio... también.

Este es mi escrito de confianza

Confiaba rotundamente en que algo bueno sucedería al cambiar de aigres... principalmente porque siempre tienes que confiar en alguien para todo, así que decidí hacer mi lista de confianza de Valley's City para, poco a poco, determinar quién será el depositario de mi confianza o sobre quién depositaré mi tesoro, con toda confianza.

Mecánico de confianza: El vecino de seis casas adelante que no está de nada mal ver y parece ser que su esposa está bien culera, por lo tanto no lo excita y tiene que desquitarse con alguien...

Changarrito de confianza - La tienda de a la vuelta (descartado porque la atiende una mujer).

Comida de confianza - La señora que me recibió amablemente (descartada ella pero no su nieto)

Repartidor de confianza - El señor del gas, pero no el que conduce, sino el otro.

Fuerza pública de confianza - Los azules, porque no es por intrigar pero aquí sí es policía la policía.

Interné de confianza - El chico del cibercafé es un buen ejempo de que sólo hay que tener disposición.

Abonero de confianza (descartado por feo).

Vigilante de confianza - ¡Papito! Ojalá un dia de estos me acepte una tacita de café y alguno que otro ofrecimiento carnal o sexual.

Vecino de confianza - El que me presta su refrigerador, ojalá se preste a prestar sus encantos.

Taxista de confianza - El que resuelve siempre todas mis dudas de vialidad en esta ciudad, ojalá resuelva visitarme de noche o en un momento de lujuria.

Y con toda confianza, termino mi escrito de confianza.

Manera sencillísima de destruir una ciudad

Se espera, escondido en el pasto, a que una gran nube de la especie cúmulo se sitúe sobre la ciudad aborrecida. Se dispara entonces la flecha petrificadora, la nube se convierte en mármol, y el resto no merece comentarlo.



Publicado en "La vuelta al día en ochenta mundos", del mismo autor, Ed. S. XXI, p. 15

Diégesis Alex 1986

Siguiendo con las cosas que no me eran lógicas o que tenían diégesis Alex Filemón Palacios Torralba 1986, la escuela me dio otra arma para fomentar mi imaginación.

Resulta ser que empecé a tener un cierto fanatismo por los noticieros, por dos razones: como mis primos siempre han sido unos chocantes (los Torrealba1 Carabantes, por supuesto), decidí fregar poniendo el noticiero y robando la atención de los adultos, y también por que ¡había muchas cosas que se me hacían interesantes y a las cuales les entendía con claridad!

En fin, sucedió que un día de escuela conocí a Isaac Newton y su teoría de la gravedad. Yo estaba tan impresionado que no cabía de la emoción y más aún porque entendía a la perfección de qué se trataba esa teoría (claro, cuando te la explican en tercero o cuarto de primaria se traduce a "las cosas caen por su propio peso" y tienen un "ancla" al piso. Por ello, Newton era famoso).

Tratando de jorobar nuevamente a mis primos, los chocantes Torrealba Carabantes2, sintonicé el noticiero (ya con el consabido permiso de los adultos para cambiar de canal), y en eso que pasan el resumen de noticias: Epidemia de nosequé en nosedónde, hasta el momento hay quinientos hospitalizados, tres de ellos enfermos de gravedad.

¡MADRES! ¿Enfermo de gravedad? ¡Púchatelas, canijo! ¿Enfermo de gravedad? ¡Qué desmadre!

Mi teoría de Newton se vino a la mente en cuestión de segundos. Mis neuronas se empezaron a comunicar unas con otras, los axones estaban saturados por tantas solicitudes de conexión... todo era un caos en mi cerebro, mi espacio diegético Alex Filemón Palacios Torralba 1986 me dictó lo que la lógica dicta en esos casos:

Enfermedad: Carente de salud o algo similar
Gravedad: Es la fuerza que hace que las cosas se arraiguen al piso
Enfermo de gravedad: Paciente encamado, atendido por enfermeras gordas, enojonas que lo amarran a la cama porque está flotando (como tiene la gravedad enferma, me vinieron a la mente las imágenes incipientes de los primeros astronautas).

Desde ese momento, dejé de ver noticieros por mucho, mucho tiempo, además de que Isaac Newton se volvió uno de mis más fervientes enemigos.

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1 Torrealba es el apellido que adoptaron por un error en un acta de nacimiento, el cual no fue corregido porque daba más clissé a los descendientes de don Hugo Torrealba Sarabia.
2 Es que si los conocieran verían qué presumidos, arrogantes y sangrones son. Eso es vox populi.

El Orden Alfabético

EL ORDEN ALFABÉTICO

Siguiendo los consejos de mi piscóloga no profesional, recordé episodios de mi vida que es muy importante relatar.

Cuando yo iba en la primaria, la materia que menos me entraba era Español. A mis siete años aún no conocía con exactitud lo que era el orden alfabético y siempre terminaba enojado porque nunca podía ser el primero de la lista, por más que me esforzaba en los estudios.

Recuerdo que en mi mente formulaba la lógica de las cosas cuando se es niño. Imaginaba a la mamá de Abarca José formada desde las cinco de la mañana en espera de las inscripciones para que su niño fuera el primero en aparecer en la lista.

También recuerdo que imaginaba a la mamá de Zavala toda fodonga y chancluda, por consecuente, huevona y que llegaba a inscribir a su pobre (pero guapísimo) hijo, ya cuando el conserje estaba cerrando la escuela.

Sobre mí, ni preguntaba. Como iba junto con mi hermano en el mismo grupo, siempre sentía un poco de privilegio por estar antes que él en la lista. (Él Oscar, yo Alex). Desde ahí imaginaba que mamá me daba cierta preferencia.

Algo muy importante es que, independientemente de la mamá madrugadora de Abarca, la mamá fodonga y huevona de Zavala y la preferencia hacia mí por parte de mamá, el orden alfabético nunca se apareció en mi mente como principal culpable de mis frustraciones por no estar en el tope de la lista aún siendo el más aplicado de la clase.

Año nuevo 2005

México D. F., a primero de enero de 2005
(un poco retrasado pero por fin puesto en circulación)



Escrito que se forma con motivo del incidente no especificado de devolución del escrito de confianza que no se pudo terminar porque al jefe no le da la gana quedarse un minuto más en este recinto. (Piénsale)

lunes, mayo 29, 2006

Siete y Treinta

Siete y treinta y aún no me despego del asiento en la oficina donde trabajo. Siete y treinta y uno, no florecen las palabras conectadas de mis dedos y siento como si no tuviera nada qué contar este día... pero pasaron tantas cosas, algunas irrelevantes, otras que no recordaré por la eternidad y algunas más que no merecen ser recordadas. ¿No te pasa, en ocasiones, que deseas que el día sea productivo?

Perder toooodo el día haciendo nada porque no hay trabajo es espeluznante. No hay actividades extra que realizar y no pudes sino contemplar cómo aparece el sol por la parte alta del vitral y ver cómo desaparece detrás del edificio que está sobre Insurgentes... y de repente, el reloj del monitor marca que ya es tu hora de salida, y te preguntas si en casa la situación será la misma... ni modo, no quiero estar más en la oficina, mejor me voy a casa o a buscar algo con qué matar el estrés que me generó hacer nada.

¡Nomás rechina la llanta pero no se matan!

En esta ajetreada ciudad de la Esperanza, donde todos quieren pasar primero y todos desconocen cómo usar el transporte público (y el privado ni se diga...) sólo se escucha el rechinar de llantas pero no hay muertos.

En los comerciales de la Cruz Roja atropellan o queman primero al tipo de la guadaña y luego salvan vidas... pobrecito de purohueso, aunque qué bueno que no morirá en el intento.

Murió sorda

¡Qué dolor! ¡Qué pena! Tanto que la quería, tanto que me acompañó. Siempre me esperaba por las mañanas para que juntos tomáramos el café, ahora no lo hará más.

Me despido de ella con el cariño que se despide quien pierde un tesoro de la colección de cosas que te acompañan y son parte de tu vida.

Mutilada, pidiendo que termine con su existencia para no provocar lástima, veo cómo tengo que terminar con su existencia para no dañarla más. ¡Qué irónico!, pero también qué dolor deshacerme de ella, de quien rozaba mis labios y calentaba mis manos, de aquella que con su aroma reconfortaba el día y me hacía olvidar la pendejez de quienes existen a mi alrededor.

Me despido de tí, aunque otra más vendrá a ocupar tu lugar... alguien más me ofrecerá el mismo aroma y me dará nuevos recuerdos que probablemente borren los tuyos... mi taza... rota y sin oreja... muere sorda y muda y me deja sin mi sorbo de café de esta mañana...

Ahí va Gina

Quién imaginaría que Gina, una compañera del trabajo -aparentemente sin niguna gracia- siga siendo el máximo trofeo que buscan mis compañeros de trabajo desde hace casi 30 años. Vaya, toda una vida y eso me demuestra que la esperanza muere al último. Imagino que Gina era bonita, bueno, ahora ya es una señora mayor que ciuda mucho su apariencia (si eso es ahora, imagínate hace seis lustros).

Todos llegan, la saludan de beso y procuran dárselo siempre lo más cerca posible de los labios, ¿aún? Sí, aún después de que todos ellos llevan décadas conviviendo en el trabajo de 4 a 8 de la mañana, después que todos se casaron y tuvieron hijos, incluída la misma Gina, todos siguen tras el tesorito de aquella mujer, ¿por qué tanta insistencia? ¿No se les ha apagado el deseo después de tanto tiempo?

Me parece increíble porque cada oveja ya tiene su pareja, y persiste la insistencia (¿es válido decir esto?, como sea...), todos siguen arrimándose a Gina, todos le abrazan, le proponen, el descaro no puede ser más evidente, ¡vaya espectáculo! Finalmente, creo entender un poco la actitud... aún sigo deseando estar con uno de mis ex chicos, a pesar de tantos años, ¿qué es lo que nos motiva a seguir deseando a esa persona en particular? ¿Me ayudas o me lo puedes explicar?

Experimentos con Inmigrantes

Al parecer, 3.7 millones de personas se encuentran alistadas para probar medicamentos de las grandes compañías farmacéuticas en Estados Unidos. La mayoría de estas personas son inmigrantes pobres, provenientes de Latinoamérica, y una cantidad importante de ellos se lesionan o mueren durante estos experimentos.



Entre otras irregularidades, se encuentra también la participación de una persona en dos estudios al mismo tiempo. Definitivamente se trata de un tema muy delicado porque no se trata solamente de condenar, tampoco de justificar, este tipo de acciones.



Las posturas radicales nos llevan a darle la vuelta a los problemas y no llegar a consensos, menos a soluciones. En este punto sería muy fácil levantar la mano y señalar con el dedo acusador a aquellas compañías que lucran con la necesidad de las personas y así realizar sus experimentos farmacéuticos. No se complicaría, por otro lado, defender la acción heroica de quienes, por unos dólares, permiten garantizar la cura o paliación a diversos padecimientos a la mayoría de la población, inclusive, se defendería a las empresas que deben hacerlo.



En un mundo donde todo debiera ser óptimo, el motivo principal nunca se busca. De alguna manera, el contexto en el que nos desarrollamos es el que marca la tendencia a seguir. No debemos pensar sólo en lo que es recomendable y en lo que creemos que es justo para los otros, porque entonces estaríamos recreando el ideal estadounidense del que tanto nos quejamos.

Toma mi mano

Hoy no me siento bien, nadie se acordó de mí. Estoy muy triste porque nadie me escribió siquiera un forward, no me incluyeron en sus cadenas y a ningún hacker le interesó enviarme un gusano cibernético.

Me duelen estos días porque me acordé de él, cuando en vacaciones fuimos a la playa y estuve feliz. No sé por qué precisamente hoy me tuve que acordar de él.

Sin embargo, desde que apareciste me has ayudado a no sentirlo tan fuerte, pero aún me duele. Creo que sanaré más pronto si me tomas de la mano.

Gasto de recursos

Medio mundo con su teléfono celular presume que trae cámara y reproductor de mp3 integrado, ¡por favor! ya quisiera ver cuando se te termine la batería por escuchar tu música y se te presente una emergencia. Además, la capacidad de almacenamiento es ridícula, 256 o 512 MB de espacio son una burla tomando en cuenta lo que cuesta un celular de esas características.

Muchos de ellos ni computadora tienen, ¿cómo administrarán sus archivos? si lo hacen por medio de un café internet, no quisiera ver la suerte que correría el teléfono de miles de pesos (y que aún no han pagado en su totalidad), si llegan a pescar un virus informático.

Y luego la cámara fotográfica, ¿sabes cuánto espacio de memoria gastan en fotos que borrarán y no imprimirán? Es ridículo no saber administrar los recursos tan pequeños pero que, evidentemente, no saben aprovecharse.

Ya ni decir de la bajada de tonos e imágenes al teléfono. Generalmente un celular convencional almacena, a lo mucho, 4MB de lo que sea, incluyendo contactos... y cuando se acaba el espacio, a borrar tonos e imágenes porque hay nuevos disponibles... ¡Qué gasto insuficiente de dinero! Además, no hay donde respaldarlos... Y luego se quejan de que no tienen dinero, por supuesto, si no se administran recursos tan pequeños, imagínate los mayores.

Estaré de ánimo después del dentista, sólo espero que la anestesia no esté presente durante la hora de la comida porque es muy molesto sentir el sabor de las cosas sólo de un lado.

Maldito Juárez en el año de Juárez

Cada mañana llego al trabajo, paso el túnel y ahí está, dándome la espalda y sorprendiéndome con su espantosa materialidad. Esa estatua de Benito Juárez que tanto desprecio y que tanto temor me provoca al pasar por los pasillos semiobscuros y tenebrosos de la SEP. A pesar de que los murales de Diego Rivera parecen arrojar a sus indios y mineros en contra mía, me limito a caminar rápidamente para evitar sus arados, sus flamas, sus palas, picos y demás artefactos que al parecer, serán el medio para reprimirme en cuanto voltee a insultar a su héroe.

Por el momento, no corro el riesgo de ser asesinado, ya que don Rivera tenía la buena costumbre de entretener a sus retratados en sus oficios o dando la espalda a quien les viera. Sin embargo, no le puedo proferir a don Juárez lo que pienso porque no sería una plática uno a uno... los demás me escucharían y empezaría la cacería hasta que pida el indulto o no pueda pedir algo. Mejor corro hacia mi oficina... son casi las 4 de la mañana y no quiero ni despertar a los mexicanos del pasado ni llegar tarde a mis actividades.

jueves, abril 06, 2006

Después de mi cartera...

¿Qué sucede cuando pierdes la cartera? Pierdes más que documentos y dinero, pierdes historias, pierdes cosas que ni te acordabas que ahí estaban. Pierdes tu identidad; qué mala idea fue perder la cartera en año electoral, no puedo reponer mi credencial de elector (único documento de identificación válido para este mortal que no cuenta ni con pasaporte -¿para qué?- ni con cédula profesional -¡qué hueva lidiar con la burocracia!-); no recuperaré mi dinero, mi credencial de la UNAM, la foto de Itzel o mi tazo de La Pulga…

Perdí más de lo que puede pensarse. La cartera que le volé a mi hermano contenía papelitos con mis escritos efímeros, con mis recordatorios y mis post-its. Después de mi cartera perdida siento un vacío, algo me falta. Más que para levantar y realzar el trasero, la cartera contenía historias, recuerdos, mi tarjeta de nómina, el teléfono del jefe, unos boletos del metro, tres estampillas postales para usarse en las próximas cartas… correo postal, ¿no te gustaría recibir una carta con timbre y membrete?

Bueno, qué más decir de lo que se fue… el efectivo, MX$ 600.00 no son nada despreciables, me servirían para la licencia de conducir –también extraviada en el kit que se ganó algún vivaracho-, o para la tenencia del auto de este año… y me pregunto, con este vacío en el bolsillo trasero del pantalón y en el corazón, qué será de mi cartera y mis documentos, ¿para qué los ocuparon?

¡Mis secretos no están a salvo! De cualquier manera, pasará lo que te comenté alguna vez… si alguien los lee los apropiará, los desechará o los pasará por alto, pero aún estoy con vida y no sabré el destino de todo aquello que pude plasmar. No importa, por ahora no… tal vez se fueron mis escritos, pero mi creatividad se quedó conmigo.